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El Pejerrey Empedernido le dice gracias a los comensales que se sientan a su mesa, y anuncia...

Sí. Muchas gracias por participar del convivio que para nosotros es la mesa, ámbito de todos los días que guarda un rito sagrado, comer rico y beber con la mesura que las ambrosías divinas proponen. Justamente ese intentamos brindarles, desde nuestro concepto digamos que informal y esfuerzo junto a los hornillos. Y anunciamos que empedernidos somos y seguiremos cocinando.



Acometimos con nuestra irrupción en la Hostería Villa del Mar, donde ese pueblo mágico que se llama Mar del Sud besa al Atlántico, el pasado 3 de enero y volvimos a encender los fuegos el martes 8. La seguimos, por supuesto.


Aquella primera vez fueron tartas de berenjenas y zucchini, luego pasta seca a los dos pestos, el verdadero y el cocoliche, de brócoli. Cerramos con pesca del día en las playas, gracias a Juan El Pescador –averigüen por él en las Redes o por las calles de la Villa-, cazón a la plancha en salsa de limón, y tarta de ciruelas con helado de crema.


El martes 8, nuestro opus dijo: escabeche con pesca del días –esta vez fueron pescadillas fileteadas-, ravioles burro en alza de manteca clarificada y salvia, recogida ésta de una mata vecina a la Hostería, y finalmente una suerte de fajitas, al decir de los mexicanos, de pollo en crema de mostaza de Dijon Artiza, una de las mejores del planeta de los humanos. El postre consistió en el viejo y querido budín de pan enlimonado, claro que con crema espesa y (o) dulce de leche.


Nuestros menúes son siempre únicos y a tres pasos más el “dolce”, al decir de los italianos. Y vinos, por supuesto.


La seguimos, y otra vez muchas gracias a nuestros comensales.

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